Vigo se merece a Sting...
El músico británico protagonizó en Castrelos un vibrante concierto que quedará para la historia
A la tercera fue la vencida y Vigo pudo por fin pudo disfrutar de un concierto que tenía que haberse celebrado en 2020 y fue aplazado dos veces por la pandemia. La espera mereció la pena, porque la actuación de Sting es de esas que se recordará para siempre en la Ciudad Olívica, igual que la de Dire Straits hace 30 años, la de Leonard Cohen en 2009 o la de los Rolling Stones en 1998. La deuda de Sting con Vigo (o más bien a la inversa) no se debía solo al COVID, sino que era mucho más antigua. Resultaba del todo anómalo que el músico británico no hubiese actuado nunca en la mayor urbe de Galicia. Una carencia que el sábado quedó subsanada.
Lo de la noche del ayer fue también un fenómeno multigeneracional como pocos se recuerdan. En las primeras filas —donde este cronista vio el concierto tras hacer cola religiosamente— se agolpaban adolescentes, “boomers” y hasta alguna septuagenaria. “¿Cuántos años tiene Sting?”, preguntaban dos veinteañeros de Ribeira. “Setenta”, contestaba el periodista para su incredulidad. Es cierto que el británico economiza algunas notas altas —se notó en “If I ever lose my faith in you”—, pero su forma vocal y corporal resulta envidiable. Y para descartar cualquier atisbo de edadismo, en el escenario coincidieron dos padres, Sting y su mano derecha Dominic Miller, y sus dos respectivos hijos, Joe Sumner —que ejerció de más que meritorio telonero— y Rufus Miller —segundo guitarrista—. En el resto de la banda, más sangre joven, sobre todo la del casi imberbe batería Zach Jones, que cumplió pese a no atesorar la trayectoria y el exuberante virtuosismo de sus ilustres predecesores en el cargo, Josh Freese, Vinnie Colaiuta y Stewart Copeland.
El recital comenzó con una tríada imbatible: “Message in a bottle” (1979), “Englishman in New York” (1987) y “Every little thing she does is magic” (1981), o sea, el mayor éxito en solitario de Sting emparedado por dos himnos de The Police. Tras este comienzo insuperable, turno para las presentaciones, en las que Sting remarcó que era la primera vez que tocaba en Vigo.
Sting presume de querer que sus músicos brillen, y en esta gira “My songs” deja que su corista Gene Noble se luzca en “Shape of my heart” (1993), aquella balada de la película “El profesional (León)”, película de acción protagonizada por Jean Reno —actor francés que no hace mucho rodó en Vigo— y Natalie Portman. Lo mismo con Melissa Musique, cuya impresionante voz deslumbró en “Heavy cloud, no rain” (1993). “Una canción sobre el cambio climático, no es gracioso”, apuntó Sting, mientras caía una suave llovizna desmintiendo el título de la canción.
Antes del comienzo de “Brand new day” (1999), Sting bromeó con la posibilidad de que el armonicista Shane Sager no pudiese igualar la maestría de Stevie Wonder en la versión original de la canción. “¿Qué edad tienes?”. “Casi 17”. En realidad, Sager está cerca de los 30, y en cualquier caso supo replicar a la perfección la armónica del genio de Michigan.
Antes de estos temas Sting interpretó tres canciones de su decimoquinto y más reciente álbum, “The bridge” (2021), concretamente la optimista “If it's love” (con melodía silbada); la versión en español de “For her love” —que solo había cantado antes en Chiclana, Cádiz— y “Rushing water”. A esta le sucedió “If I ever lose my faith in you” (1993), un canto al escepticismo ante todo lo que no sea el amor: “Perdí mi fe en nuestros políticos, todos me parecían presentadores de concursos”, dice la letra. La banda enlazó primorosamente el final de esta canción con otra del mismo álbum (“Ten summoner’s tales”), “Fields of gold”, en la que, a falta de la gaita del original —uno había fantaseado con que saltase al escenario Carlos Núñez para tocarla— tomaron protagonismo la armónica de Shane Sager y la guitarra barítona de Rufus Miller. La canción de los “Campos de oro” fue, como diría un esnob, uno de los “highlights” del concierto, y nunca mejor dicho lo de “lights”, porque las linternas de los teléfonos móviles (como los mecheros de antes) formaron una constelación de luces en la platea y el graderío, que estaban a rebosar.
El Sting más vacilón y bluesero de “Heavy cloud no rain” dejó paso a otro de los éxitos añejos de The Police, “Walking on the moon” (1979). A estas alturas ya estaba claro que el sonido fue uno de los más limpios que se han escuchado en un concierto multitudinario en Vigo, a la altura de Dire Straits en 1992. En la recta final, “So lonely” (1978), en la que Sting introdujo una parte de “No woman no cry”, de Bob Marley; “Desert rose” (1999), canción influida por el raï argelino, y “King of pain” (1983), temazo de The Police en el que volvió a saltar al escenario el simpático Joe Sumner. A sus 45 años, el fornido hijo mayor de Sting —fruto de su primer matrimonio, con la actriz Frances Tomelty— semeja un cruce entre su padre y su amigo Bruce Springsteen. Y, para terminar, cómo no, “Every breath you take” (1983), la canción con mayúsculas de Sting, con esos inconfundibles acordes arpegiados con novena que también caracterizan a “Message in a bottle” y “De do do do, de da da da”, algo inusual en la guitarra de rock (donde dominan las cuartas, quintas y séptimas) y que dota a estas canciones de una sofisticación tonal sorprendente y grata a la vez. Hay que agradecerle a Dominic Miller que, sin renunciar a su sonido personal, respete en gran parte el estilo a la guitarra que acuñó el gran Andy Summers en las canciones de The Police.
Ya en los bises, “Roxanne” (1978), el primer gran éxito de The Police, con el teclado “reggae” de Kevon Webster y un inserto de un clásico de Duke Ellington, “It don’t mean a thing (If it ain’t got that swing)” (1931). Todo un guiño a las raíces jazzísticas de Sting y a dos de sus influencias, el citado Duque del Jazz y la cantante Ella Fitzgerald.
Sting lleva décadas cerrando sus conciertos con “Fragile” (1987), y Vigo no fue una excepción. El músico de Wallsend —la ciudad inglesa donde terminaba el Muro de Adriano, de ahí su nombre— dejó su viejo bajo Fender Precision de 1957 y cogió la guitarra de cuerdas de nailon para interpretar esta canción que en su momento tuvo una versión con letra en español y que en directo contiene también un homenaje a la música española que pasa inadvertido para casi todo el mundo: hacia el final de “Fragile”, Sting esboza el arpegio con el que comienza “Asturias (Leyenda)” (1890), del compositor gerundense Isaac Albéniz. Es probable que cuando la toque este lunes en Girona casi nadie repare en este detalle.
Poco importó que, salvo los tres temas de 2021, todos los demás fueran, literalmente, del siglo pasado. El público salió de Castrelos como si caminase sobre la Luna, casi en ingravidez, tras hora y media de éxtasis musical. Como dijo el compañero Alberto Leyenda, que alguien avise si en los próximos veinte años toca en Castrelos un músico mejor que Sting.
(c) Faro de Vigo by Rafa López