Y Sting resucitó a Police...
El bajista despliega un recital en el que mezcla clásicos de su etapa en solitario con himnos de la época en la que lideraba una de las bandas más señeras de la historia del rock.
Los ritmos aflamencados de Raimundo Amador caldeaban el ambiente mientras el público llenaba poco a poco la Plaza de Toros para su cita más ansiada. Hasta que a las 22:30, puntual, asido a su viejo y benditamente castigado bajo, un Fender Jazz Bass del 53, apareció Gordon Matthew Thomas Sumner, perdón, Sting, para colocar el broche de oro a la 35 edición del Festival de la Guitarra de Córdoba en un Coso de los Califas entregado a la nostalgia que despertó su repertorio. El de Newcastle se puso esa entrega de miles de fieles de varias generaciones por montera y dejó atrás los artificios musicales de sus penúltimos discos -en forma de revisiones sinfónicas de sus éxitos o producciones excesivamente modernas- para darle un toque más rock a sus canciones con una sucesión de temas entre los que sobresalieron los clásicos himnos de The Police. ¿Cuánto hubieran dado muchos de los presentes por ver en Córdoba a esa banda en aquel tiempo en el que era una de las piedras filosofales del rock? Todo un milagro.
Ese milagro se realizó ayer en Los Califas, porque Sting resucitó a aquel grupo con el que triunfó a finales de los 70 y principios de los 80 con una nueva manera de hacer rock aderezado con elementos new wave, post-punk y reggae. Tanto es así que casi la mitad del repertorio del concierto cordobés pertenecía a esos cinco discos clásicos, entonces vinilos, que grabó con sus compañeros de viaje en The Police, el guitarrista Andy Summers y el batería Stewart Copeland. De Outlandos d'amour (1978) sobresalió una amplia versión de Roxanne, seguida de So lonely; de Reggatta de blanc (1979), aquel grito desesperado del que se siente en la más terrible soledad titulado Message in a bottle; de Zenyattà Mondatta (1980), el disco de De Do Do Do De Da Da Da, no faltó tampoco Driven to tears; de Ghost in the machine (1981), Every little thing she does is magic, la segunda del repertorio, y de Synchronicity (1983), el clásico entre los clásicos, Every breath you take.
Fue una noche de recuerdos y de tatarear éxitos, como Englishmanin New York, que el bajista ha convertido en patrimonio de la humanidad, una velada en la que ni siquiera se notó que sobre el escenario no estaban Summers y Copeland. No se les echó de menos, porque sus músicos de siempre, los que le acompañan desde hace décadas, los geniales Dominic Miller (a la guitarra), Vinnie Colaiuta (a la batería) y David Sancious (al teclado), interpretaron a la perfección esos greatest hits por los que parece que no pasa el tiempo, ni pasará nunca. No menos perfecta en las tareas de acompañamiento fue el resto de la banda, el joven violinista Peter Tickell y Jo Lawry, a las voces.
Tampoco parece que pasa el tiempo por el resto del repertorio que interpretó de su época en solitario, y eso que también queda ya algo lejos aquel disco de debut al que tituló The dream of the blue turtles (1985) y que despachó tres millones de copias en todo el mundo. Ese sueño de las tortugas azules fue una puerta para teñir su música de jazz, estilo que desde entonces ha mantenido y que es más patente en sus directos, como se pudo comprobar en el recital de ayer, que, para no romper con lo que viene siendo habitual en su última gira, Sting abrió con If I lost my faith in you, el primer tema de uno de sus álbumes más laureados, Ten summoner's tales, LP que como el primero en solitario llegó a los tres millones de copias en ventas y que es uno de los más explotados en su repertorio de esta turné internacional. De esos diez cuentos del invocador son además Fields of gold, Seven days, Shape of my heart o Heavy cloud, no rain. ¿Cuántas veces Sting los habrá cantado a lo largo de su carrera? Daba igual, siempre suenan tan frescos como si los hubiera interpretado por primera vez, con un público más que entregado como si, parafraseando al contrario ese primer tema, jamás fuera a perder la fe en él, en su música, por mucho que la pierda en otras muchas cosas de la vida, incluidos los políticos, como también reza la canción. Porque, ayer se volvió a demostrar que es imposible perder la fe en quien, aunque suene mil veces, te sigue poniendo la piel de gallina, no sólo con Every breath you take, sino también con la propia Fields of gold o Fragile, aquel tema acústico de Nothing like the sun (1987) con el que suele cerrar sus recitales; sí, el disco del They dance alone, canción dedicada a las madres de la Plaza de de Mayo, a aquellas mujeres que sólo podían vencer la rabia e impotencia provocada por haber perdido a sus seres queridos en la dictadura argentina de Videla, danzando para resucitar sus recuerdos.
Como ayer resucitaron sus recuerdos, sobre todo, aquellos que vivieron la época de The Police y aquellos otros que tampoco dejaron de bailar al ritmo del Fender Jazz Bass del 53, esa muleta musical con la que Sting punteó la mayoría de la veintena de temas que forman parte desde ayer de un setlist histórico para muchos de los presentes en el Coso de los Califas. Desde ahora no hace falta que esos que eran jóvenes en la época Police le cuenten a sus hijos que estuvieron disfrutando del trío británico en Córdoba. Sus hijos ya lo comprobaron también ayer.
(c) El Dia by F J Cantador